Piel

Cada trozo de nuestra PIEL está relacionado con millones de momentos. La piel nos hace sentir y, aunque somos nosotros los que almacenamos recuerdos, una gran parte de ellos, son experimentados por ella.

Cuando alguien en terapia me describe cómo «NO SIENTE» mientras compruebo su sensibilidad presionándole con un lápiz en su mano, me suelo imaginar lo que me pasa cuando mi mano se queda dormida y deja de sentir unos segundos. He escuchado explicaciones dignas de publicar sobre el «no sentir» acompañando sesiones de reeducación sensorial.

Una profesora nos recomendó un libro hace años. Se llamaba «PERDER LA PIEL» y hablaba sobre la experiencia en primera persona de Marta Allué tras sufrir quemaduras en la mayor parte de su cuerpo. Presté el libro, así que no puedo compartir literalmente lo que decía, pero recuerdo perfectamente que terapia estaba en un sótano (sería el típico cuartillo) y que ella desconocía lo que era. Se quedó sorprendida de la cantidad de cosas que pudieron enseñarle. Hablaba con mucho cariño de la T.O. y su relato fue inspirador para aquellos estudiantes primerizos que aún no entendiamos muy bien el sentido real de nuestra profesión.

Estas experiencias siempre me han dado mucho respeto (o quizá miedo…). Recuerdo estar trabajando y que me derivaran por primera vez a una persona con quemaduras. Como allí trabajabamos en grupo, mi mayor TEMOR era que alguien le sacara el tema, ya que YO consideraba que todo estaba muy reciente y podría afectarle.
Para mi sorpresa conforme pasaban los dias y la gente iba preguntado era capaz de hablar con total normalidad de lo que había pasado.
Aquello me hizo reflexionar sobre cómo pueden afectar nuestros propios miedos e ideas en lo que esperamos que sientan los demás.

Porque intentar separarnos de lo que llevamos por dentro es imposible. Estoy pensando que quizá esa sea la función simbólica más importante de nuestra piel, asegurar que seguimos ahí.

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