Creer
Escondiendo sonrisas
No nos encasilles
Tera ¿Qué?
Esto te suena ¿verdad?
La sociedad lleva años contestando lo mismo. Esto nos devuelve una información importante y quizá sea hora de reflexionar el por qué.
Pienso que en todo esto se implican varios factores. El desconocimiento de las tareas reales de la figura del terapeuta ha pasado a estar algo distorsionado durante años por la propia evolución de la profesión.
Por otro lado es posible que las diferentes especializaciones dentro de la Terapia Ocupacional (Rehabilitación, Geriatría, Salud Mental…y muchas más) hagan muy difícil entender desde fuera nuestro trabajo.
También pienso que lo principal puede ser que los propios terapeutas no sabemos ni hemos sabido transmitir lo que hacemos de una forma sencilla. Esto puede ser debido a la complejidad de la palabra “ocupación” y los posibles clichés asociados con ella, donde prima, en la sociedad, una relación con ocupaciones de ocio y tiempo libre y un desconocimiento de otro tipo de ocupaciones.
Y tú, ¿qué piensas?
A metro y medio de distancia
Estaréis conmigo en que esto ha venido para quedarse. Ayer me llamó la atención cómo un grupo de vecinos tomaban el fresco en un pueblecito por la noche con sus mascarillas y la distancia recomendada entre las sillas de plástico. Sentí alivio de pensar que hay gente responsable.
Nada que ver a la inseguridad que sentimos el otro día mi amiga y yo, cuando vimos a una chica estornudar varias veces sin mascarilla por la calle. Mi amiga se despidió de mí diciéndome que me cambiara de acera, y yo pensé que me quería mucho por decirme eso.
Porque ahora son las palabras las que abrazan en muchas direcciones. Algunas, incluso, tienen que llegar al cielo. Como cuando me llamó mi madre para contarme que Luna ya no estaba con nosotros y mi sobrina de tres años y más de medio me dijo que iba a echarla mucho de menos y que le hubiera gustado despedirse de ella antes de que se fuera de este mundo. Ella no sabe que envió un mensaje al cielo y que sus sabías palabras nos abrazan miles de veces, pero sueño con que algún día lea esto y se ría.
Parece que seguiremos conteniendo nuestras ganas de abrazar y estrujar a quienes queremos, a cambio de usar palabras como muestra de amor, incluso en los momentos más difíciles.
Me sigo preguntando si esto ha cambiado cosas. Que creo que no. Aunque las que somos un poco obsesivas (bueno, un poco…) sí que hemos generado un nuevo protocolo de gestos diarios que se ha integrado como rutina diaria.
Me pregunto si alguien está reflexionando qué tipo de ocio ha fomentado nuestra sociedad, ahora que el ocio nocturno está limitado y la gente no sabe cómo divertirse de otra forma.
Ahora que todos nos hemos dado cuenta de que la felicidad está a metro y medio de distancia en una mesa con nuestra gente, también me pregunto qué he hecho yo tantos años en naves con personas desconocidas ( y sin mascarilla…). Porque tener mucha gente a tu alrededor no te hace más grande ni mejor persona si esa gente no te dice que te cambies de acera porque alguien acaba de estornudar sin mascarilla.
Escapar
Construir nuestra propia cárcel es muy fácil. Sólo hay que dejarse llevar por lo que se espera de cada uno de nosotros en la sociedad donde vivimos mezclando grandes dosis de perfeccionismo, con un físico cuidado al extremo, un trabajo admirable y una familia estupenda. Te instalas en un universo de control. De esta forma creas un todo que parece encajar como un puzzle.
Pero la vida no es eso. La vida no es una cárcel.
Y, quizás, sin quererlo, un día te das cuenta de lo difícil que es escapar. Escapar de lo que se te exige, escapar de lo que tú mismo te exiges y bajar el sonido de las voces que te juzgan a diario.
Porque lo difícil en este mundo que hemos creado es ser libre. Pero no el “libre” que pronuncia tu mente al leer ésto, un “libre” de verdad.
Quizá algún día sea posible cruzar los barrotes de la normalidad para escapar y, simplemente, descubrirse uno mismo.
Decisiones y un todo perfecto con partes imperfectas
Pautas posturales y rehabilitación en COVID-19
En estos enlaces os dejo información interesante en relación al COVID-19, compartiendo algunos documentos y guías del Servicio de Rehabilitación. Gracias a Susana por sus dibujos y la información.
Espero que os resulte útil.
Rehabilitación en hospitalización COVID-19
Rehabilitación tras el alta COVID-19
Si tenéis algún problema en visualizarlos no dudéis en escribirme.
Los abrazos perdidos, mi pelo largo y la gente que pierde.
Mi abuela solía llevar en un monedero pequeños trozos de papel de estraza cortados a mano por la mujer que estaba en la tienda de al lado de casa, para dárselos a mi tía y a mi madre. Ese papel estaba destinado a escribir la cantidad de dinero que se iba debiendo por comprar el pan a lo largo de la semana. Recuerdo notas de diferentes tamaños, decoradas con sumas de números a boli, un fondo grisáceo y aquél tacto áspero.
He calculado que 684 es el número de abrazos que tengo que recuperar. He pensado en el papel de estraza (en realidad he llamado a mi madre para que me dijera cómo se llamaba el papel) y en lo bueno que sería empezar a hacer este tipo de notas de papel a la gente para escribirles los abrazos que me deben o los abrazos que les debo. Porque no quiero perderlos.
Hablando de cosas que se pierden, he perdido la noción sobre el largo de mi pelo y es que llevo ya un tiempo que no salgo del recogido de estar por casa, incluso cuando no estoy en casa y estoy trabajando.
Pero esto son cosas banales.
Como que ahora he descubierto que se puede bostezar en el trabajo. Se ha perdido el disimulo del bostezo. Algo bueno tenía que tener la mascarilla doble. Nadie le está dando importancia a esto, pero si fijas los ojos y consigues que los párpados no se muevan, serás capaz de bostezar si ese día te has pegado un buen madrugón.
Como el que hoy me he pegado yo.
Hablando de más pérdidas…lo que sí es importante, es que haya gente que pierda cosas por desconocimiento. Y esto es muy triste, pero me lo he encontrado. Hablo de personas que por una patología grave o una intervención quirúrgica pasan de serlo “todo” a que los demás les digan: “no se entera mucho” o “no puede hacer nada”. Y esto es grave.
Es grave porque si no dan con un profesional es posible que esta situación se mantenga y vaya a peor. Y empiecen las pérdidas de verdad.
Que, muchas veces, se inician sólo con las palabras de las personas que forman el entorno más cercano y se acaban convirtiendo en una realidad, como en una profecía. Y desde la cuna de la sobreprotección y la ayuda de algunos, crece la pérdida de la autonomía de otros. Y bailar en un vals con ellos no es nada fácil, pero me pregunto qué pasaría si estas familias no tuvieran el asesoramiento adecuado. Me pregunto también si habrá personas en el mundo que no lo tienen o que no pueden acceder a ese asesoramiento.
Pero bueno, para no ponerme muy intensa, que hoy es lunes, os confieso que también me pregunto por qué me traigo en cada viaje mi maleta llena y empiezo a tener el armario como si me fuera a quedar a vivir aquí varios meses. Por no hablar de la cantidad de cremas y geles de diferentes olores que tengo en el baño para que no me cueste ducharme después de cada mañana de trabajo.
Y es que, a falta de mimos, una debe estar lo mejor posible donde esté.