A veces pienso en cómo era capaz de escribir aquellos textos de los SMS, sustituyendo aquellas “que” por las “k” para presionar las palabras en una lata de sardinas y cómo ahora no soy capaz de quedarme a gusto usando de una vez todos los caracteres limitados de una publicación de Instagram. Supongo que a más señora, más contenido, o eso quiero creer.
Pero es que a mí, hoy, me explotan las palabras. Y voy a necesitar más espacio de letras para llegar a algo con algún sentido diferente al que puede ofrecer una vida mundana sin más. Aunque quizá lo que hoy en día necesitamos, es hablar más de vidas mundanas, porque de alguna manera, nos hacen sentir como en bragas. Y últimamente tengo la sensación de que lo real está de moda, porque si conecta contigo de alguna forma, te atraviesa.
Tengo días en los que pienso que no estoy hecha para esta vida mundana porque, mientras escribo, escucho de fondo una voz de tres años llamándome para que le acompañe en la oscuridad o porque mi gata viene a maullarme a las 21:30 de la noche ya que es su forma de relacionarse conmigo y sabe que, en ese instante, puede ser “la protagonista de mi novela” (como decía el reguetón antiguo) o porque me gusta hablar del color del cielo, pero luego acabo pensando en la suerte que tengo de que todo sea tan cotidiano y tan neutro.
Y es que últimamente me ha dado por pensar en cómo nos engañaron con dirigir nuestras metas hacia vidas trepidantes con emociones intensas y abrumadoras, que nos pueden hacer sentir vivos, pero a la vez explotar por dentro sin dejar rastro.
-¿Qué tal?¿Cómo va todo?
-Uh, sin parar, no me da la vida, un montón de trabajo, no voy a quejarme, pero…
Y ese “pero” se escribe en mayúsculas. Las mayúsculas de lo que nos contaron y no es. Las mayúsculas de lo que no cuento que siento, porque no debería sentirlo. Los «peros» son la cara B de las cintas de radio cassette que no escuchabas, pero que existían. Y, de esa forma, desviaron (y desviaste) nuestra atención (tu atención) hacia lo que realmente importaba (importa), que hoy en día viene siendo una frase tan mundana que da miedo escribirla: estar tranquil@
Vida mundana. Parte 1.
Llevo teniendo un texto dentro alrededor de un par de meses y ocho días. El tiempo justo para empezar a pensar que debería buscar un hueco para sentarme a tener una conversación conmigo misma porque, por experiencia, alargar este proceso me genera una especie de peso imaginario que suele dar la cara a través de la cada vez más pronunciada curva de mi espalda. Podría decirse que me explotan las palabras. Y como, cuando empiezo a escribir, desconozco por qué derroteros me llevarán las letras, pues voy a hacer algo parecido a subirme a una atracción con los ojos tapados y dejarme llevar.
Podría contarte que ya duermo del tirón, que me he comprado una riñorera (de colores por supuesto), que mi armario se ha convertido en la ropa que usaba aquel payaso del anuncio de micolor (no recuerdo muy bien si la marcar era así, sería cuestión de googlearlo pero qué pereza), que he vuelto a cambiar de sala (contra todo pronóstico), que la nueva me gusta incluso más que la anterior (quizá por los vinilos del lugar ese donde me siento un poco mal comprando), que llevo dos meses sin yoga y dos meses echándolo de menos, que en esta casa ya hemos pasado la fase del pañal y aquí no ha pasado nada, que empiezo a sentirme señora real porque me duele la espalda cuando me levanto in the morning, que hago cursos (en general), que me fascinan los colores de un atardecer manchego, que odio el calor de agosto en mis ojos, que los duelos se acompañan desde la empatía pero, si no se han vivido, no podemos entenderlos del todo aunque lo intentemos, que lo de bailar… siempre en mi equipo, que he trasplantado una planta y aún no ha muerto (bien), que soy fan de las personas que transitan los obstáculos con una especie de entereza que desconozco de dónde sale, pero que si fuera una bebida díría: “Más de eso, por favor”, que he cambiado de antiojeras y, al contrario de lo que me ocurre con mi sala, me gusta menos que el anterior, que espero que no me vuelvan a decir que por qué escribo así, con lo bonito que es hacer pausas. Y puntos. Y que yo, cuando hablo con alguien, no lo digo todo de corrido como si me faltara el aire.
Pero es que a mí, hoy, me explotan las palabras.
Abandonarnos
He vuelto a intentar ver una serie de misterio basada en los libros de una escritora española. Pensé que, ya que no pude leerme el libro porque me metía demasiado en la trama, verlo en formato tele sería una buena idea.
Esa misma noche soñé que buceaba con personas que se hundian en el agua, como un trozo de seda lo hace en el aire, mientras rozaban mi cuerpo.
Sigo sintiendo una sensación extraña mientras escribo esto, como si de alguna forma, lo de bucear, hubiera pasado.
Supongo que mi ocurrencia estaba al nivel de aquel día que decidí echarme laca en la cara para fijar mi maquillaje.
Lo de la laca ya es historia, menos mal, gracias a mí M. que un día, después de que P. me hiciera un vídeo inmortalizando mi proeza para enchufarme «Nelly» en el rostro, me dijo: «San, sabes que venden productos para fijar el maquillaje, ¿Verdad?»
Pues no tenía ni idea, la verdad.
Pero siguiendo con lo anterior, voy a sacar a la luz que fui una apasionada del terror en mi adolescencia. En Canal 4, la tele de mi pueblo, siguen retrasmitiendo un vídeo «gracioso» en el que una niña de 13 años cuenta a la cámara que está leyendo «Misery». Era yo. Y daba miedo.
A mis cuarenta, el suspense empieza a sentirse molesto en mi interior. Como si mi cuerpo no tuviera necesidad de estar en una alerta contínua por algo que no me pertenece.
Hace tres años que dejé de ver las noticias. Alimentar mi mente de desgracias e injusticias me generaba una sensación de podredumbre por dentro. Sentía que un néctar pegajoso de odio ajeno me traspasaba la piel dejándome una semilla. Lo tuve claro.
Supongo que la laca me hacía el mismo mal que ver terror, series de asesinatos o las noticias, aunque en su defensa siempre pensaré que rociarme aquel producto era una forma de sumergir mi pituitaria en una dosis de abuela para que mis neuronas se conectaran a través de abrazos.
Supongo que según transcurre la vida, huyes o buscas lo que quieres según lo que estás dispuesta a sentir.
Cada vez tengo más claro que hay que cuidar lo que vemos, lo que olemos, lo que tocamos y lo que escuchamos, a pesar de que, a veces, haya que decir adiós a algo que nos encantaba en el pasado.
Nudos internos
Hay días en los que siento que las letras me empujan desde debajo de las costillas como queriendo asomarse. No sé muy bien describir esta sensación tan extraña, pero te puedo contar que, cuando la tengo, necesito escribir.
Desenredarse el alma de vez en cuando no viene nada mal, sobre todo para los nudos internos.
Hoy le dedico este escrito a mi amiga, porque, el otro día, me dijo que revisara mi puntuación, así que, esta vez, voy a intentar hacer más pausas.
La verdad que me había entusiasmado con la idea de crear inconscientemente un nuevo estilo de estos modernos de escritura, pero parece que, a efectos prácticos, era causa de asfixia para mis lectores.
De puntuaciones vengo a hablar hoy, aunque confieso que no me preparo la temática, surge sola, es lo que tiene una mente caleidoscopica.
Los puntos, las comas, las exclamaciones, los interrogantes, los punto y coma…Si lo piensas, nuestra historia se va dibujando con todos estos símbolos dándole forma a cada etapa.
Seguro que si te paras a pensar podrás encontrar el símbolo de puntuación perfecto que encaja con lo que sientes ahora mismo.
Si no lo encuentras, quizás te has sumergido en una oración demasiado larga de la que no puedes salir o, ¿por qué no?, de la que estás muy a gusto dentro.
Yo siento que he hecho un punto y a parte, tanto, que estoy pensando hasta cambiar de colonia por una que me regalaron en navidad, aunque me preocupa pensar si serán demasiados cambios de golpe.
En estos últimos tres años he pasado por tres mudanzas, tres trabajos, dos destinos, dos ciudades, un embarazo, una maternidad, la corrección de un libro, dos cambios de look, dos coches y, supongo que en breve podre decir que dos colonias. Pero bueno, eso no lo tengo aún muy claro…
Evento
Evento
Mi sueño…
40.s. Vol. 3
Resulta que hoy mi peque que no es nada echador de siestas se ha quedado dormido, así que voy a continuar este post interminable y fracturado porque ya hace casi un mes de que subiera el primer trozo y si no cierro las cosas las dejo pendientes en mi lista y, aunque eso me lo estoy trabajando, tampoco va a cambiar una de un dia a otro porque seria muy triste despedirse de todo lo que nos deberiamos revisar de un plumazo.
Bueno, que aquí estoy, again. Resulta que en una semana va a hacer un mes de lo que ha sido mi gran salto y aún no entiendo muy bien muchas cosas pero siento que estoy en mi salsa y creo que esta expresión es un buen colchón para empezar una etapa nueva.
En tiempo no he ganado mucho, lo reconozco.
En sed de aprender si.
He hecho match con mi nuevo modelo de trabajo porque, sin saberlo, ya nos conocíamos de antes y, a la vez, me he sumergido en un mar de crianzas, familias, rutinas y entorno acompañada (que esa palabra es muy top) por mi equipo transdisciplinar, algo que suena demasiado bien para mí mente.
Cuando salté de un barco a otro pensé que qué pena dejar los salvavidas que me había construido, pero me he dado cuenta de que esos van con una siempre.
Saltar hacia la dirección de los retos da mucho miedo y genera muchas dudas, pero qué emocionante se siente si eres de perfil intenso.
Tengo la sensación de que ahora no puedo mirar desde arriba y no sólo porque el suelo es primordial, va más en la línea de que aquí no existen expert@s.
Me he teñido de colores por fuera y he de decir que lo del suelo ha contribuido a mi cambio de armario porque lo de la americana no pegaba mucho y cada vez soy más consciente de la importancia de la coherencia en la vida…
Y a eso me voy acercando, que mi MC me dijo un día que me habían salido alas y yo le hice caso porque un día, hace mucho tiempo, también me dijo que iba a estar donde estoy y, fíjate tú, por aquí andamos.
40.s vol. 2
Tras días cargaditos de todo tipo de estados internos, retomo el escrito confesional que quiero hacer para empezar mi cuarta década con el pie derecho como cruzamos siempre las puertas de hierro en feria mis amigas y yo y acabar el viaje de la montaña rusa que ha sido este 2023 que empezó estirando una excedencia en mi pueblo natal mientras escribía, dibujaba, maternaba e intentaba que mi salud mental no se fuera por el desagüe de algun WC sin darme cuenta mientras mi pareja y yo pensamos; vamos a darle la vuelta a esto y nos metimos en otra mudanza unida a la explosión de rutinas nuevas que abordar, mi evento soñado y tres firmas de documentos muy serios que me llevaron a la casilla de salida y que ahora me han depositado voluntariamente en un tablero que no conozco y eso que ya sabéis que a mí, lo de los juegos, ni me va ni me viene, aunque alguien siempre intente convencerme de lo chulo que está el que ha traido hoy…
De mi forma de vivir todo esto solo te cuento que si hubiera pintado colores con cada emocion sentida pues parece ser que 2023 ha sido como un cuadro abstracto de esos que me gusta hacer en grupo diciendo que cada un@ pinte un espacio definido para que, luego, tod@s pintemos en el de tod@s y sintamos un poco lo que es perder algo de un@ mismo para hacer algo más bonito entre tod@s que lo colectivo está muy de moda, casi tanto como lo horizontal y, a mi, esas dos palabras, me dicen mucho sobre la nueva actualización de mi saco de valores, tanto, tanto que salieron de él para empujarme a dar el salto que he dado y que me ha sacado de un golpe de lo que siempre he considerado «el sueño de mi vida» para zambullirme en un universo que aún no entiendo pero que tiene colores muy bonitos, que es algo que ahora también considero importante para mi ser, porque mi ropa se ha transformado en un arco iris tan intenso que el otro día cuando en la comida de amigas de Navidad me vestí de negro me sentía muy oscura, bueno, la falda llevaba brilli brilli, que lo han prohibido en la cara pero, menos mal, no en la ropa y, eso, me hizo sentirme un poco más yo. A todo esto voy acabando que supongo que ya he llegado al tope de instagram…
40.s
No es el mejor día para escribir porque he dormido con una cebolla cortada encima de la mesita de noche porque dicen que es un remedio casero para la tos y qué sabré yo de remedios pero, ante la necesidad, una es capaz de explorar lo que no se imaginaba en su vida. Y de eso habla un poco este post que, divido en tres, para que el feed de instagram se me quede bien ajustadito, que una está haciendo cambios transformacionales importantes en su identidad, pero la obsesividad ahí continúa asomando la cabeza de vez en cuando. Han pasado meses desde que no escribo por lo cual mi mente es una biblioteca de ideas random que pueden generar un texto inconexo en menos tiempo de lo que dura mi nuevo antiojeras, versión supuestamente mejorada del anterior pero que, haciendo caso al refran que, según me cuentan, decía mucho mi abuelo: «mas vale lo malo conocido…» que, en resumen, no tengo que contarte más porque ya me he liado bastante.
No recuerdo bien donde dejé el hilo de mis escritos pero, como ahora he publicado un libro, es tan fácil como mirar la última página que habla muy bonito sobre la esencia de la terapia ocupacional y, si aún no lo has leído, te invito a hacerlo en estas fechas porque dicen que sirven para remover emociones y, según me cuenta la gente, a mí libro se le da bastante bien hacerlo.