Soy muy fan de la gente que se moja. En esta vida todos deberiamos tener un poco de esa miga de pan con la que rebañas el plato después de terminarte la comida.
Llegar a un trabajo nuevo y arrasar, conocer a personas sin quererlo y sacarles el mayor partido, exprimir los casos que tengas a tu alcance para aprender lo máximo, estudiar horas y horas aunque las opciones de conseguir algo sean mínimas…
Para dejar huella hay q mojarse. Pero no es fácil hacerlo.
Tengo una amiga que dice que cada persona tiene una mochila invisible de cosas en su espalda que va llenando conforme pasa la vida. Y lleva razón. Vamos acumulando cargas a lo largo del tiempo que nos hacen ser cada vez más temerosos, desconfiados, egoistas y dejados. Nos convertimos en expertos en hacer perfiles de personas sólo por un par de frases. Somos justicieros de nuestra propia idiosincrasia y la defendemos como si fuera la verdad absoluta. Solemos colocar un escudo detrás de una falsa sonrisa sin ofrecer una mayor implicación.
Por eso me encanta la gente que se moja. Porque, en este mundo lleno de mochilas cargadas, hacerlo es de valientes.
Una de las cosas más importantes que he aprendido estos años de terapeuta es pasar por los trabajos sin pisar de puntillas.
Y es que, por suerte, hubo un día en el que entendí que aunque fuera muy poco el tiempo que iba a estar en un lugar de trabajo y lo pasara realmente mal al enfrentarme a cosas nuevas, tenía que sacarle el máximo partido.
Haciendo referencia a nuestro querido Kielhofner os animo a explorar. Porque todos sabemos que sin exploración, tanto en la vida como en el trabajo, no hay cambio. Ni competencia. Ni logro.
¿Y qué sería de esta vida si no entendemos que hay que pisar fuerte?
Sé valiente. Con quien sea y dónde sea, pero quítate ese escudo y mójate.