Dice el revisor del Ave que ahora los billetes de tren de los sanitarios se pagan con los billetes del Monopoly. Dice que yo soy muy joven para saberlo, pero que hace años, no existían ni billetes en ese juego. Le he dicho que no se crea que soy tan joven y que a mi lo de los juegos no me va mucho, pero que lleva toda la razón, que yo, esas cosas, por suerte, no las he vivido. Así que me ha contado que hace años no tenían ni una triste pelota para jugar y que eras afortunado si contabas con algún amigo que tuviera una.
Cada vez que llego a un trabajo nuevo la gente piensa que soy más joven. Y eso que ahora sólo se me ven los ojos y más que una persona parezco un astronauta. Eso sí, un astronauta con gorros bonitos, gracias a mi madre que me cosió unos cuantos. Casi todo el mundo coincide en que ahora mismo la moda importa bien poco en los pasillos de un hospital, así que casi nadie trae bolsos normales y la ropa de cada día ha pasado a ser la más cómoda y práctica del armario, aunque como yo he llegado más tarde, reconozco que he cambiado el bolso por un saco, pero sigo vistiendo igual que siempre.
Lo que también he cambiado ha sido mi rutina. Como buena extremista he pasado de estar acompañada de una persona y mi gata a conocer, de repente, a unas treinta personas.
Y no exagero. Entre personas del trabajo, personas a las que trato y personas con las que convivo en la residencia de estudiantes llego de sobra.
Y pensareis que qué hago yo en una residencia de estudiantes. Pues aquí es donde han ubicado al personal sanitario para que todo sea más llevadero.
Y lo han conseguido. Porque, en situaciones que se escapan de nuestro control, creo que es mejor estar acompañada que estar sola.
Quien no me acompaña ya es mi pintalabios, que a pesar de mi fidelidad, tuvo que desaparecer el día que me dí cuenta que parecía el Joker en el hospital cuando me quité la mascarilla para volver a casa. Entre las marcas del disfraz de mi cara y mis labios parecía un Picasso. Así que lo he guardado hasta que pasemos a la fase de: «Ya puede usted pintarse los labios» que me da a mí que va a tardar en llegar.
No creáis que sólo estos temas rondan mi mente estos días, que aquí, si una quiere, puede hacerse un buen cribado de pensamientos y un engrandecimiento de alma importante. Pero claro, eso ya es lo que uno quiera. El otro día un señor que ha pasado el Covid y ha sufrido un ictus, me dijo en terapia que esto no iba a poder con él. Mientras mis ojos se llenaban de admiración y mi cabeza asentía enviando el feedback más grande del mundo, él me contaba que había superado dos veces el cáncer. Así, como si nada.
Y, rodeada de personas nuevas, descubro cómo hay gente que vivió sin un balón y otras que no se rinden por nada del mundo. Y con ellas, mi interior crece un poquito más, acompañando en volumen a mi cuerpo.
Y es que hay que ver que bien me cuidan aquí.
Otro día os cuento más cosas.
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