¿Soy la única que está rodeada de gente que este 2020 está haciendo cambios metamórficos?
Mi número favorito, el de mi cumpleaños, repetido dos veces, se esperaba tan redondo en enero…
Como siempre, nada de lo que pasa por mi cabeza, pasa en la realidad.
Empecé el año con los deberes a medias porque arrastraba una oposición que no acabó hasta marzo. ¿Os suena este mes, verdad? Menos mal que mi motivación hedonista tiró de mí y me hizo comerme el mundo en doce días, porque luego vino lo que vino…
Llegó estar en casa, llegó la inspiración como una ruleta de ocupaciones que se decidían cada día. Llegó el aprobado. Llegaron los balcones. Los vecinos. El vino. Llegó zoom y las reuniones virtuales. Llegaron los disfraces, los cuentos y los brindis a través de pantallas. Llegaron las nuevas formas de hacer las cosas, junto a noticias horribles que nos rompían nuestra coraza de seguridad. Llegó el no saber. Llegó el sentirnos indefensos. La fragilidad.
Llegó el momento en el que tuve que enfrentarme a trabajar en un hospital. ¿Otra maleta? Pero, ¡si no quería trabajar!, pero ¿cómo no voy a irme con todo lo que hay? ¿Y qué me pongo para protegerme? ¿Irme en tren? ¿Dónde me quedo? Todas estas preguntas se contestaron de una, dando lugar a una gran experiencia. Y, entonces, llamada. Otro número largo. Me vuelvo al hospi. A casa. Tan cerca, pero tan lejos, porque todo siempre es temporal. Me despedí con otro reto. Algo desconocido y temido. Con él, llegó la sorpresa de sentirme realizada y de aprender mucho en poco tiempo. Llegó cerrar aquella puerta con nostalgia. Llegó despedirme, pero esta vez de verdad. Llegó el volvernos a ver. Llegó el cierre de mi bar de los jueves. Llegó descansar porque me lo merezco. Llegó la esperada isla de aguas cristalinas. Llegó dejar de lado mi profesión unos meses y ser feliz haciéndolo. Llegó meditar, leer, hacer yoga y pasear. Llegó mirar hacia dentro. Llegó la paz. Llegó cambiar las terrazas por hacer recados. Y, más cambios, no solo por fuera, también por dentro. Llegó sentir cosas que nunca he sentido. Llegó conectar. Llegó el amor hacia lo que no ves pero sientes. Llegó la calma. El sueño. Llegaron cuatro gatos huérfanos a casa de mis padres. Llegó una mudanza. Llegó el poder ver un árbol desde mi ventana. Llegó la no inspiración. Llegó escuchar a mis sobris por la ventana para salir a la calle. Llegó la impaciencia en la espera de los destinos. Llegaron los imprevistos para arrasar con los planes. Llegó la aceptación. Llegó mi cumple, en una versión diferente, pero no menos emocionante gracias a vosotr@s. Os quiero. Llegó el deseado viaje del nombramiento como funcionaria el mismo día que la loteria. Llegó la ilusión por lo nuevo. Y llegó la navidad.
No habrá preuvas en Madrid. Ni fiesta de noche. Ni reuniones en casas. Pero, por suerte, estamos tod@s.
2020, el año del cambio y de la transformación, no imaginaba que podrías quitarme y darme tantas cosas a la vez para volver a hacer un equilibrio perfecto.
Está claro que no te vamos a olvidar.