Aunque no tengo muchas cosas que contar de mi trabajo, en relación a mi vida las cosas han cambiado bastante. Y es que ahora tengo un trocito de mí sumergido en un proyecto espectacular: descubrir el mundo.
Si no fuera porque nuestros cuerpos se han imantado a un nivel desconocido para mi, seguiría sin creer que esta personita ha salido de mis entrañas.
Está claro que mi afición por los juguetes, las rutinas, el porteo ergonómico y jugar encima de una colchoneta en el suelo han nacido de mi cerebro de terapeuta.
Me estoy volviendo adicta a la serie: «Primeras veces». Y es que es una pena, porque pasa como con las series de los 90: no repiten capítulos. Así que, hay que estar muy atenta por si te pierdes algo.
Me emociona ser testigo de como nuestro cuerpo empieza a explorar el mundo de una forma tan…presente. Envidio ese estado del ser…tan puro, en el que lo único que importa es el momento que se está viviendo sin más. ¿Cuándo nos olvidamos de esto?
Es bonito acompañar en este proceso, porque creo que una necesita hacerse una idea de dónde venimos. Aunque sigo pensando que la maternidad es una elección y, aunque es muy enriquecedora, es una experiencia más que la vida nos ofrece de entre las miles de cosas que hay para disfrutar.
Entre elecciones me paso yo un rato por las mañanas para pensar qué outfit es el adecuado para que mi bebe y yo nos vayamos de «brunch» (el almuerzo de toda la vida) con mis amigas o de «recaos» (¿tendrá frío? ¿calor?), por no hablar de mi nueva incapacidad para hacer las maletas en menos de tres horas (literales) que sumadas a la hipotética situación de «si no te surge ningún percance» hacen que puedas salir a tu destino en otra hora más. Y cada finde vuelta a empezar.
Creo que voy a patentar un nuevo deporte que consiste en portear y andar por casa a la vez. Aún no tengo nombre pero equivale a una sesión de gym, os lo aseguro.
Es posible que ahora tarde unos minutos más en el baño, para quien no lo sepa, es un buen escondite. A veces en vez de cenar parece que estoy jugando al juego de las sillas. Ducharse se ha convertido en un privilegio. No sé en qué día vivo desde hace meses. Y aunque intento que haya algo de estructura, mi vida me recuerda más a un conglomerado de momentos pegados sin forma en un papel. Eso sí, lleno de emociones bonitas.
El orden se ha esfumado. Y el tiempo también.
Pero a cambio he recuperado todos los besos perdidos en la pandemia y he descubierto la forma más bonita de empezar el dia. Porque os aseguro que no hay nada en el mundo que supere lo que siento cuando al despertar giro la cabeza y veo esa sonrisa.