Hay días en los que siento que las letras me empujan desde debajo de las costillas como queriendo asomarse. No sé muy bien describir esta sensación tan extraña, pero te puedo contar que, cuando la tengo, necesito escribir.
Desenredarse el alma de vez en cuando no viene nada mal, sobre todo para los nudos internos.
Hoy le dedico este escrito a mi amiga, porque, el otro día, me dijo que revisara mi puntuación, así que, esta vez, voy a intentar hacer más pausas.
La verdad que me había entusiasmado con la idea de crear inconscientemente un nuevo estilo de estos modernos de escritura, pero parece que, a efectos prácticos, era causa de asfixia para mis lectores.
De puntuaciones vengo a hablar hoy, aunque confieso que no me preparo la temática, surge sola, es lo que tiene una mente caleidoscopica.
Los puntos, las comas, las exclamaciones, los interrogantes, los punto y coma…Si lo piensas, nuestra historia se va dibujando con todos estos símbolos dándole forma a cada etapa.
Seguro que si te paras a pensar podrás encontrar el símbolo de puntuación perfecto que encaja con lo que sientes ahora mismo.
Si no lo encuentras, quizás te has sumergido en una oración demasiado larga de la que no puedes salir o, ¿por qué no?, de la que estás muy a gusto dentro.
Yo siento que he hecho un punto y a parte, tanto, que estoy pensando hasta cambiar de colonia por una que me regalaron en navidad, aunque me preocupa pensar si serán demasiados cambios de golpe.
En estos últimos tres años he pasado por tres mudanzas, tres trabajos, dos destinos, dos ciudades, un embarazo, una maternidad, la corrección de un libro, dos cambios de look, dos coches y, supongo que en breve podre decir que dos colonias. Pero bueno, eso no lo tengo aún muy claro…