A veces pienso en cómo era capaz de escribir aquellos textos de los SMS, sustituyendo aquellas “que” por las “k” para presionar las palabras en una lata de sardinas y cómo ahora no soy capaz de quedarme a gusto usando de una vez todos los caracteres limitados de una publicación de Instagram. Supongo que a más señora, más contenido, o eso quiero creer.
Pero es que a mí, hoy, me explotan las palabras. Y voy a necesitar más espacio de letras para llegar a algo con algún sentido diferente al que puede ofrecer una vida mundana sin más. Aunque quizá lo que hoy en día necesitamos, es hablar más de vidas mundanas, porque de alguna manera, nos hacen sentir como en bragas. Y últimamente tengo la sensación de que lo real está de moda, porque si conecta contigo de alguna forma, te atraviesa.
Tengo días en los que pienso que no estoy hecha para esta vida mundana porque, mientras escribo, escucho de fondo una voz de tres años llamándome para que le acompañe en la oscuridad o porque mi gata viene a maullarme a las 21:30 de la noche ya que es su forma de relacionarse conmigo y sabe que, en ese instante, puede ser “la protagonista de mi novela” (como decía el reguetón antiguo) o porque me gusta hablar del color del cielo, pero luego acabo pensando en la suerte que tengo de que todo sea tan cotidiano y tan neutro.
Y es que últimamente me ha dado por pensar en cómo nos engañaron con dirigir nuestras metas hacia vidas trepidantes con emociones intensas y abrumadoras, que nos pueden hacer sentir vivos, pero a la vez explotar por dentro sin dejar rastro.
-¿Qué tal?¿Cómo va todo?
-Uh, sin parar, no me da la vida, un montón de trabajo, no voy a quejarme, pero…
Y ese “pero” se escribe en mayúsculas. Las mayúsculas de lo que nos contaron y no es. Las mayúsculas de lo que no cuento que siento, porque no debería sentirlo. Los «peros» son la cara B de las cintas de radio cassette que no escuchabas, pero que existían. Y, de esa forma, desviaron (y desviaste) nuestra atención (tu atención) hacia lo que realmente importaba (importa), que hoy en día viene siendo una frase tan mundana que da miedo escribirla: estar tranquil@
Día: 1 de septiembre de 2024
Vida mundana. Parte 1.
Llevo teniendo un texto dentro alrededor de un par de meses y ocho días. El tiempo justo para empezar a pensar que debería buscar un hueco para sentarme a tener una conversación conmigo misma porque, por experiencia, alargar este proceso me genera una especie de peso imaginario que suele dar la cara a través de la cada vez más pronunciada curva de mi espalda. Podría decirse que me explotan las palabras. Y como, cuando empiezo a escribir, desconozco por qué derroteros me llevarán las letras, pues voy a hacer algo parecido a subirme a una atracción con los ojos tapados y dejarme llevar.
Podría contarte que ya duermo del tirón, que me he comprado una riñorera (de colores por supuesto), que mi armario se ha convertido en la ropa que usaba aquel payaso del anuncio de micolor (no recuerdo muy bien si la marcar era así, sería cuestión de googlearlo pero qué pereza), que he vuelto a cambiar de sala (contra todo pronóstico), que la nueva me gusta incluso más que la anterior (quizá por los vinilos del lugar ese donde me siento un poco mal comprando), que llevo dos meses sin yoga y dos meses echándolo de menos, que en esta casa ya hemos pasado la fase del pañal y aquí no ha pasado nada, que empiezo a sentirme señora real porque me duele la espalda cuando me levanto in the morning, que hago cursos (en general), que me fascinan los colores de un atardecer manchego, que odio el calor de agosto en mis ojos, que los duelos se acompañan desde la empatía pero, si no se han vivido, no podemos entenderlos del todo aunque lo intentemos, que lo de bailar… siempre en mi equipo, que he trasplantado una planta y aún no ha muerto (bien), que soy fan de las personas que transitan los obstáculos con una especie de entereza que desconozco de dónde sale, pero que si fuera una bebida díría: “Más de eso, por favor”, que he cambiado de antiojeras y, al contrario de lo que me ocurre con mi sala, me gusta menos que el anterior, que espero que no me vuelvan a decir que por qué escribo así, con lo bonito que es hacer pausas. Y puntos. Y que yo, cuando hablo con alguien, no lo digo todo de corrido como si me faltara el aire.
Pero es que a mí, hoy, me explotan las palabras.