A veces pienso en cómo era capaz de escribir aquellos textos de los SMS, sustituyendo aquellas “que” por las “k” para presionar las palabras en una lata de sardinas y cómo ahora no soy capaz de quedarme a gusto usando de una vez todos los caracteres limitados de una publicación de Instagram. Supongo que a más señora, más contenido, o eso quiero creer.
Pero es que a mí, hoy, me explotan las palabras. Y voy a necesitar más espacio de letras para llegar a algo con algún sentido diferente al que puede ofrecer una vida mundana sin más. Aunque quizá lo que hoy en día necesitamos, es hablar más de vidas mundanas, porque de alguna manera, nos hacen sentir como en bragas. Y últimamente tengo la sensación de que lo real está de moda, porque si conecta contigo de alguna forma, te atraviesa.
Tengo días en los que pienso que no estoy hecha para esta vida mundana porque, mientras escribo, escucho de fondo una voz de tres años llamándome para que le acompañe en la oscuridad o porque mi gata viene a maullarme a las 21:30 de la noche ya que es su forma de relacionarse conmigo y sabe que, en ese instante, puede ser “la protagonista de mi novela” (como decía el reguetón antiguo) o porque me gusta hablar del color del cielo, pero luego acabo pensando en la suerte que tengo de que todo sea tan cotidiano y tan neutro.
Y es que últimamente me ha dado por pensar en cómo nos engañaron con dirigir nuestras metas hacia vidas trepidantes con emociones intensas y abrumadoras, que nos pueden hacer sentir vivos, pero a la vez explotar por dentro sin dejar rastro.
-¿Qué tal?¿Cómo va todo?
-Uh, sin parar, no me da la vida, un montón de trabajo, no voy a quejarme, pero…
Y ese “pero” se escribe en mayúsculas. Las mayúsculas de lo que nos contaron y no es. Las mayúsculas de lo que no cuento que siento, porque no debería sentirlo. Los «peros» son la cara B de las cintas de radio cassette que no escuchabas, pero que existían. Y, de esa forma, desviaron (y desviaste) nuestra atención (tu atención) hacia lo que realmente importaba (importa), que hoy en día viene siendo una frase tan mundana que da miedo escribirla: estar tranquil@